jueves, 28 de enero de 2021

Día 28: Bomberos


Por MAURICIO RÀIZ

 

En aquel instante creyó que no pudo haber elegido un mejor trabajo. El fuego frente a sus ojos era una bestia caprichosa, llamativa y voraz. El hijo monstruoso de la avaricia de ciertas personas dispuestas a acabar con bosques y viviendas para construir sus propias estructuras. Era un fuego desbordante, pero no era más sorprendente que aquel que vendría después.

    Había fuegos dispuestos a consumir la triste ilusión de propiedad que poseían los más humildes; había otros, que por su lado le recordaban la brutalidad de la guerra y sus mentiras. Había también fuegos eruditos, provistos de llamas que traían consigo conocimiento y avances maravillosos. Y así la lista se extendía a muchas más variantes. Pero existía cierta clase de fuego único en su tipo, que era el que despertaba mayormente su interés. Estaba ahí para estudiar, para entender la diferencia entre un fuego desolador y uno esperanzador, para descartar los fuegos inútiles que no le ayudarían a cumplir su promesa.

    Luego de apagar cada llama del pequeño hogar, se quedó mirando a la familia, los vio abrazarse. Sintió pesar por ellos, aunque la calmó ver toda la ayuda que les había llegado apenas iniciado el incendio. Era muy diferente a su situación, hace cinco años había perdido a su único compañero en la vida, el único que la había ayudado realmente. No le quedaba nadie, el amor tras esto se había alejado de su corazón y su objetivo se había focalizado completamente. Por fortuna los contactos que había logrado en sus labores estaban totalmente dispuestos a ayudarle a concretar el castigo que tenía jurado para todos aquellos culpables de su desgracia. Todo apuntaba a que resultaría.

    Tenía el conocimiento suficiente para formar la primera chispa que acabaría con todo lo que odiaba y sus compañeros se mostraban de acuerdo, expectantes. No harían nada para combatirlo.

    Nadie ayudaría a los que por tanto tiempo se habían aprovechado de la total sumisión de todos aquellos que tenían poco y nada que perder. Gracias a sus dedicadas observaciones, el fuego purificador de la revolución que iba a iniciar sería incontrolable, sería perfecto. 

 

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