- ¿Cómo que esto no ha terminado?
- La voz temblorosa delató el temor de la señorita Agatha – El capitán me pidió
que viniera a ver como se encontraban ya que estamos a mitad de una gran
tormenta y como esta era su primera vez en esta situación pensó que les podía
ser de ayuda – El joven venía con la frente perlada en sudor, sus manos estaban
ennegrecidas con el carbón, de seguro trabajaba en las calderas – Las manos
sucias pero la conciencia tranquila, señorita – Me dijo en tono alegre cuando
notó mi mirada en sus manos- Les recomiendo que guarden todas las cosas que se
puedan caer, sobre todo de su tocador – Dijo apuntando los cachivaches de la
señorita - ¿Necesitan ayuda?- Antes que pudiéramos responder, Agatha corrió al
baño en donde la escuchamos vomitar. El muchacho se iba a acercar, pero lo detuve,
supuse que la señorita Martínez no querría que la vieran así - ¿Cómo se llama?
- Me dijo en un susurro, como si fuera un secreto que me estaba preguntando su
nombre, sin saber porqué le contesté en el mismo tono – Señorita Agatha, se que
no puede hablar ahora pero escúcheme. De seguro por su casa pasa el Motemei,
¿no? -De pronto sentí que me miraba a mí buscando una respuesta a lo que asentí
con la cabeza sin emitir ningún sonido, no sabía a donde nos estaba llevando
esta conversación y me sentía incómoda con la presencia del chico – Quiero que
piense en el mote, en el calientito mote recién hecho que trae el motemei,
quiero que se concentre en eso- Los sonidos del baño comenzaron a amainar y una
sonrisa de satisfacción se asomó en la cara del muchacho- Eso, siga pensando en
eso- Tomándome del brazo me llevó a un rincón y se me acercó haciendo que
retrocediera incómoda – Tranquila, cuando salga del baño acuéstela y deje que
una de sus piernas quede colgando de la cama. Moje una toalla de manos, si no tiene
un guante funcionará de igual manera y colóquelo en su frente tapando sus ojos,
eso funcionará- Antes de salir de la habitación me guiño el ojo. En un par de
minutos la señorita salió y seguí los pasos dictados al pie de la letra, en un
par de minutos ella ya dormía.
Esa noche soñé con la casa, con
los gritos del Motemei y la quietud de tierra firme.
Continuará