Por Sina de la Fiol
Llevaba la bandeja al patio,
nuevamente estaba el señorito Valenzuela con su amigo Bernal estaban tomando
whisky en la pequeña pérgola que adornaba los jardines. La tarde estaba
avanzando y cada vez se veía menos, pero sus siluetas se reconocían a la
distancia, abrazados, compartiendo de seguro la feliz noticia del nuevo
embarazo. Dejé las copas y comencé a alejarme cuando vi una figura
fantasmagórica. Una dama entera de blanco, agazapada en las sombras, sollozaba.
Sentí cómo me petrificaba, quise hablar, pero no salió ninguna palabra de mi
boca. Sentía como en mis brazos se erizaban los vellos y un escalofrío paseó
por mi espina dorsal. Sus ojos se fijaron en los míos, podía ver el brillo del
llanto y poco a poco, mientras se acercaba a mí, pude reconocerla. Era la
señorita Elena quien al verme me abrazó entre lágrimas. La llevé dentro y
ofrecí dejarla en sus aposentos pero se negó, terminó acompañándome a la cocina
en donde le preparé un té de manzanilla endulzado con miel como me habían
enseñado pa alejar la pena. La señorita lo bebió y poco a poco los
sollozos ahogados fueron más intermitentes hasta terminar. -Bernal me engaña-
Soltó de repente, con la mirada perdida, como si se lo estuviera diciendo a si
misma – Lo sospechaba, costó consumar nuestro matrimonio y la cercanía en el
dormitorio era muy poco habitual, cuando le dije a mi madre me dijo que debería
estar agradecida de que no me buscara a todas horas como le había sucedido a
ella- Un sorbo de té humedeció nuevamente sus labios y continuó – Pero yo
soñaba con tener hijos y sabía que si no nos reuníamos no lo podría conseguir. Pensaba…pensaba
que si teníamos un hijo terminaría cualquier relación extramarital que tuviera
por nuestra familia- Miraba la taza, la suave loza blanca estaba vacía. No
quería interrumpir su relato, no porque quisiera saber lo que iba a decir.
Todos en la casa sabían de la clase de amoríos que tenía el señorito. – Pero no
fue así, hoy todo es claro para mi…Valenzuela es quien lo anima al pecado – Oh por
Dios, lo sabe pensé – Valenzuela lo ayuda a juntarse con ella, Valenzuela le
tapa sus salidas diciendo que esta con él- Mi niña, no es así como son las
cosas, quise decir, pero no era mi lugar así que me limité a servir una nueva
taza. La manzanilla se llevaría la pena, la miel endulzaría la amargura. Su
mano comenzó a acariciar su pequeña barriga, muestra del embarazo que llevaba –
Pensé que era muy afortunada, Bernal es mucho más rico que yo, es agraciado, es
educado y extremadamente respetuoso. Nunca esperé que se fijara en mí, sin embargo,
nos casamos hace 3 años – suspiró y con el airé que salió de él la cocina se
llenó de melancolía, de añoranza de tiempos mejores. La tomé del brazo,
soñolienta, agotada de llanto, como si fuera un alma en pena y la guie
suavemente a su habitación, en donde pude cambiarle el camisón, sumisa y
obediente se puso uno limpio, sin manchas de tierra o pasto. Limpié sus pies
con agua tibia y perfumada con pétalos, los sequé y acomodé sus almohadones. –
No me dejes sola- Dijo cuando la terminé de arropar – Siempre que me necesite,
estaré aquí- Le respondí mientras me sentaba en un sillón en el que estuve
hasta que sentí su pesada respiración con un leve ronquido.