Los días pasaban, la monotonía
nos estaba carcomiendo hasta que a la señorita Agatha se le ocurrió enseñarnos
a todos su oficio. Cada miércoles aprendíamos de prótesis, de metales, uniones
y engranes. A eso se le unió Elisa quien comenzó con clases de cocina en donde
Eduardo fue el alumno estrella, llegando incluso a transformarse en el cocinero
oficial. Por mi parte no era mucho lo que podía enseñar sin un barco, pero me
defendí con la interpretación de las nubes y otros factores climáticos. Así nos
fuimos transformando en profesores y alumnos. La casa comenzó a ser un aula y
poco a poco quienes estaban aún vivos, los sobrevivientes del sector comenzaron
a acercarse. Tratamos de normalizar la vida, tratamos de retomar lo que se nos
había arrebatado y prontamente contábamos con una rutina que nos hacía soñar
con lo que ya no estaba.
Era evidente que tenía mucho que
aprender aún, pero sentía que lo que debían enseñarme no estaba en tierra firme,
y finalmente el mar me llamaba con su canto de sirena. Extrañaba la sal en el
rostro, el vaivén de las olas y a mi tripulación. Sin darme cuenta llegué a mi amado puerto, mis
manos acariciaban las cuerdas de los botes que aún se encontraban atracados. El
sonido de las gaviotas me recibía, alegres graznaban mientras el mar movía
rítmicamente las lanchas.
Volví a la casa renovado y el
resto de la tarde me pareció que flotaba en el aire. Habían hecho un pie de
limón delicioso y a pesar de que no me gustan las cosas dulces, lo comí animado.
-Hoy se ve diferente, Capitán-
Agatha me hizo aterrizar de mis pensamientos – Hice un paseo hasta el puerto,
me hizo recordar en lo que soy bueno – eran tantas las emociones – Me hizo
sentir como pez fuera del agua, me hizo querer volver al mar- La mano de la
señorita Martínez se posó en mi hombro – Lamento que esté atascado con nosotros
– Me dijo genuinamente – No es eso, es que estaba acostumbrado a otra vida y
siento que ya no la podré recuperar- Miré el suelo intentando encontrar la
respuesta a una pregunta que no me animaba a hacer- ¿Y si nos embarcamos
nuevamente? Yo lo acompañaría en una nueva aventura, y estoy segura que otros
de los vecinos también, seríamos su tripulación – Era un encanto que tratara de
hacerme sentir mejor – Lo tendré presente, muchas gracias Señorita- Dije levantándome
de la silla, me sentía agotado y quería descansar- Es Agatha, hemos pasado
mucho para que siga llamándome con tanta formalidad- Sonreí - Muy bien Agatha, siempre que me digas por mi
nombre, a no ser que aún no lo sepas – Sus mejillas se ruborizaron – Es Lucian –
Dije antes de salir de la habitación. Había sido un día extraño y melancólico y
sólo quería cerrar los ojos.
Continuará