- ¿Cómo que no podemos
desembarcar? - La señorita Agatha estaba tan sorprendida como yo – No nos ha
dado muchos detalles, a parecer hay algún tipo de enfermedad muy contagiosa y
mientras no pasemos una cuarentena en el barco, no nos dejarán bajar – El capitán
se notaba molesto y no era para menos. Toda la tripulación estaba intranquila,
preocupados por sus familiares, pensando en la idea de regresar o preocupados
por un eventual contagio.
La señorita Martínez regresó a su
camarote por lo que la seguí para hacerle compañía. En cuanto entró se puso a
sacar los artilugios con los que estaba preparando la prótesis para el Capitán –
Si vamos a estar estancadas acá, al menos avanzaremos lo que más podamos. Acércame
esos pequeños resortes, los que íbamos a colocar la noche de la tormenta – Con una
sonrisa en el rostro me fui en dirección a las pequeñas cajitas que guardaban
inimaginables piezas metálicas.
Había pasado una semana cuando se
intentó el primer motín, en cuanto sentimos los gritos y disturbios nos encerramos
con la señorita en la habitación. No había mucho que pudiéramos hacer más que
esperar y eso hicimos. La señorita sacó un libro y comenzó a leer en voz alta una
historia de Jane Austen. Sentimos el sonido de vidrios quebrarse, el choque
metálico fuera de nuestra puerta y de pronto un silencio. El golpe constante proveniente
del umbral nos sobresaltó. Si habían ganado, lo que nos harán sería mucho peor
que cualquier enfermedad que hubiera en el mundo. De pronto el silencio acabó
con el sonido de una voz familiar, era Eduardo quien estaba al otro lado.
-Me alegra ver que están bien-
Dijo tras un suspiro de alivio al vernos. Mis mejillas se sonrojaron al recordar
la noche donde me había besado – El capitán logró controlar el motín, pero teme
que no sea el último, está intentando comunicarse con tierra firme para ver
como procedemos- De pronto noté que tenía enrojecido cerca del ojo y sangre en
su labio – Debo volver a ordenar un poco el desastre que quedó afuera, les
recomiendo que sigan acá a no ser que el capitán envíe a alguien de confianza
para escoltarlas – Hizo una reverencia y salió rápidamente del lugar. Cerré la
puerta en cuanto estuvimos solas y nos miramos angustiadas. El peligro ya no
estaba solo en tierra firme, sino que en cualquier camarote con algún hombre
descontento con las decisiones de los demás.