Todas las mañanas al levantarse veía
en el espejo la cicatriz cerca de su corazón, de una herida antaña que lo obligó
a usar un corazón de metal. Era un recordatorio …..
Era una inspección de rutina,
otro día más. Al ser tan joven, el menor de 3 hermanos, había entusiasmo en sus
primeros días de agente de orden.
De vez en cuando recordaba que al
ser el menor, en los juegos infantiles siempre fue a él al que le tocó fingir su
muerte mientras sus hermanos celebraban ser lo vencedores. Parte del juego es
que alguien debía perder.
Cuando la división aérea policiaca
empezó a reclutar, vio la oportunidad de ser el quien ganara en la vida real.
El día que en que perdió su ojo
izquierdo, fue una mañana más. Habían rumores que un grupo de rebeldes atacaría
uno de los monumentos en honor al canciller. Como parte de la fuerza policial
era parte de su trabajo proteger los símbolos que servían de recordatorio a la
población de quien era su líder.
Los rumores eran ciertos, se veía
a lo lejos una humareda de vapor, una aeronave se acercaba a toda velocidad
preparando sus cañones.
La orden era clara, abordar la
nave y evitar el ataque. Atraviesa su espada en aquel rebelde, pero el dolor
consume su alma al ver en aquel hombre los ojos de su hermano, esta vez le
había tocado a él perder el juego, pero ser el ganador dolía demasiado. Saca la
espada y la clava en su pecho, ese día junto a su hermano quiso morir pero el
destino quiso otra cosa, lo encontraron y reemplazaron el corazón por un órgano
artificial.
Todas las mañanas al levantarse
veía en el espejo la cicatriz cerca de su corazón, de una herida antaña que lo
obligó a usar un corazón de metal. Era un recordatorio …..
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