Muchos señalan mi accidente y me
tachan de afortunado, me dicen que el haber sobrevivido no solo a que chocara
el Zeppelín sino a que se incendiara después era un verdadero milagro. Las
noches que vinieron tras el accidente fueron 50 y 50…o tenía pesadillas reviviéndolo
o soñaba un final alternativo, uno donde no había accidente, donde nos
retirábamos a tiempo y podíamos vivir la vida que nos fue arrebatada.
Cada noche ansío poder acostarme a
dormir, no porque las prótesis sean demasiado agotadoras, que lo son, sino
porque es ahí cuando la veo de nuevo, no importa que tipo de sueño que sea. Si
estamos en el accidente la veo ahí, me veo impotente rememorando cada cosa que
salió mal, cómo lo último que le dije fue: será un aterrizaje algo turbulento,
recuerdo la sonrisa que me dio en medio del miedo que tenía y cómo se fue a revisar
nuevamente las maquinarias. Cuando es de los otros sueños estamos en mi vieja
casa en Valparaíso, estamos mirando desde cerro Mariposas el ir y venir de los
barcos, el ruido de la calle citadina. A veces tenemos hijos, a veces hemos
envejecido juntos y otras simplemente continuamos desde un aterrizaje normal,
caminando desde el aeropuerto hacia cualquier dirección turística, a veces le
muestro aquellos lugares que dijimos que visitaríamos juntos y otras ella me
enseña rincones de España que nunca llegué a conocer.
Toso, desde que bajé a terminar
el último trabajo mi salud no ha sido de las mejores, cada día quiero dormir
más y estar más tiempo con ella. Me siento cansado a pesar de que las nuevas
prótesis que me hizo la señorita Martínez son increíblemente más ligeras que
las anteriores, me siento agotado de tener que sentirme agradecido de haber
salido vivo cuando Karina no lo hizo y me vuelvo a dormir, vuelvo a soñar con
ella en llamas, vuelvo a soñar con los muertos ¿o será que son ellos los que
sueñan con nosotros?
Continuará...
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