domingo, 17 de enero de 2021

Día 17: Pandemia

 



Por Sina de la Fiol

- ¿Cómo que no podemos desembarcar? - La señorita Agatha estaba tan sorprendida como yo – No nos ha dado muchos detalles, a parecer hay algún tipo de enfermedad muy contagiosa y mientras no pasemos una cuarentena en el barco, no nos dejarán bajar – El capitán se notaba molesto y no era para menos. Toda la tripulación estaba intranquila, preocupados por sus familiares, pensando en la idea de regresar o preocupados por un eventual contagio.

La señorita Martínez regresó a su camarote por lo que la seguí para hacerle compañía. En cuanto entró se puso a sacar los artilugios con los que estaba preparando la prótesis para el Capitán – Si vamos a estar estancadas acá, al menos avanzaremos lo que más podamos. Acércame esos pequeños resortes, los que íbamos a colocar la noche de la tormenta – Con una sonrisa en el rostro me fui en dirección a las pequeñas cajitas que guardaban inimaginables piezas metálicas.

Había pasado una semana cuando se intentó el primer motín, en cuanto sentimos los gritos y disturbios nos encerramos con la señorita en la habitación. No había mucho que pudiéramos hacer más que esperar y eso hicimos. La señorita sacó un libro y comenzó a leer en voz alta una historia de Jane Austen. Sentimos el sonido de vidrios quebrarse, el choque metálico fuera de nuestra puerta y de pronto un silencio. El golpe constante proveniente del umbral nos sobresaltó. Si habían ganado, lo que nos harán sería mucho peor que cualquier enfermedad que hubiera en el mundo. De pronto el silencio acabó con el sonido de una voz familiar, era Eduardo quien estaba al otro lado.

-Me alegra ver que están bien- Dijo tras un suspiro de alivio al vernos. Mis mejillas se sonrojaron al recordar la noche donde me había besado – El capitán logró controlar el motín, pero teme que no sea el último, está intentando comunicarse con tierra firme para ver como procedemos- De pronto noté que tenía enrojecido cerca del ojo y sangre en su labio – Debo volver a ordenar un poco el desastre que quedó afuera, les recomiendo que sigan acá a no ser que el capitán envíe a alguien de confianza para escoltarlas – Hizo una reverencia y salió rápidamente del lugar. Cerré la puerta en cuanto estuvimos solas y nos miramos angustiadas. El peligro ya no estaba solo en tierra firme, sino que en cualquier camarote con algún hombre descontento con las decisiones de los demás.

Continuará...

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