domingo, 31 de enero de 2021

Día 31: Memoria


POR MAURICIO RÀIZ

 

Memoria

 

La fragilidad era un concepto que nunca había formado parte de la existencia de Luna. No es que ella cayera en el estereotipo de una mujer dura y soberbia, si no que se hacía bastante difícil para el resto el remecer sus emociones.

    Desde pequeña las asperezas la habían pulido al punto de ser inquebrantable y ya al final de su vida poco le quedaba por lamentar. Su descendencia y la descendencia de sus viejos amigos ya lloraban su inminente muerte. Sería recordada por todos como aquella que había desatado la revolución carmesí, la que trajo la justicia y la equidad a una nación podrida desde sus cimientos. Mas para ella ese título nunca le había significado algo, era lo que debía hacer.

    No había nadie en su hogar en aquel momento, su hijo menor, que era el que la cuidaba, había salido a comprar pan a un negocio cercano. De pronto despertó de su letargo que llevaba semanas presente, una extraña fuerza se apoderó de su cuerpo y le dejó levantarse. Observó sus manos. No recordaba que estuvieran tan arrugadas ¿en qué momento había pasado si ayer era solo una niña? Fue hasta un armario abandonado en la planta baja de su casa y comenzó a hurgar entre todos los objetos ahí olvidados, hasta que dio con lo que buscaba. Era un secreto para ella, ni su esposo ahora fallecido había sabido el origen de esa pierna ortopédica de moderada calidad. La observó detenidamente y con lágrimas en los ojos. Había muchas memorias que se habían resquebrajado, otras que se habían roto y algunas que permanecían en lugares sin retorno producto de su enfermedad, pero a pesar de aquello esa persona que la había acompañado en su juventud nunca había sido alejada de ella. Volvió a envolver la prótesis en su paño y la llevó consigo hasta su cama, aunque olvidó totalmente el desastre que había dejado para encontrarla. Tomó un último vaso de agua, se recostó junto al objeto envuelto y pensó:

—No me arrepiento de nada, amigo mío.

    Había cumplido su promesa, había reconstruido a la sociedad en homenaje a él, pero por sobre eso había logrado reconstruir algo mucho más complejo, su propia vida.

 

sábado, 30 de enero de 2021

Día 30: Profesor/Profesora


Por Sina de la Fiol

Los días pasaban, la monotonía nos estaba carcomiendo hasta que a la señorita Agatha se le ocurrió enseñarnos a todos su oficio. Cada miércoles aprendíamos de prótesis, de metales, uniones y engranes. A eso se le unió Elisa quien comenzó con clases de cocina en donde Eduardo fue el alumno estrella, llegando incluso a transformarse en el cocinero oficial. Por mi parte no era mucho lo que podía enseñar sin un barco, pero me defendí con la interpretación de las nubes y otros factores climáticos. Así nos fuimos transformando en profesores y alumnos. La casa comenzó a ser un aula y poco a poco quienes estaban aún vivos, los sobrevivientes del sector comenzaron a acercarse. Tratamos de normalizar la vida, tratamos de retomar lo que se nos había arrebatado y prontamente contábamos con una rutina que nos hacía soñar con lo que ya no estaba.

Era evidente que tenía mucho que aprender aún, pero sentía que lo que debían enseñarme no estaba en tierra firme, y finalmente el mar me llamaba con su canto de sirena. Extrañaba la sal en el rostro, el vaivén de las olas y a mi tripulación.  Sin darme cuenta llegué a mi amado puerto, mis manos acariciaban las cuerdas de los botes que aún se encontraban atracados. El sonido de las gaviotas me recibía, alegres graznaban mientras el mar movía rítmicamente las lanchas.

Volví a la casa renovado y el resto de la tarde me pareció que flotaba en el aire. Habían hecho un pie de limón delicioso y a pesar de que no me gustan las cosas dulces, lo comí animado.

-Hoy se ve diferente, Capitán- Agatha me hizo aterrizar de mis pensamientos – Hice un paseo hasta el puerto, me hizo recordar en lo que soy bueno – eran tantas las emociones – Me hizo sentir como pez fuera del agua, me hizo querer volver al mar- La mano de la señorita Martínez se posó en mi hombro – Lamento que esté atascado con nosotros – Me dijo genuinamente – No es eso, es que estaba acostumbrado a otra vida y siento que ya no la podré recuperar- Miré el suelo intentando encontrar la respuesta a una pregunta que no me animaba a hacer- ¿Y si nos embarcamos nuevamente? Yo lo acompañaría en una nueva aventura, y estoy segura que otros de los vecinos también, seríamos su tripulación – Era un encanto que tratara de hacerme sentir mejor – Lo tendré presente, muchas gracias Señorita- Dije levantándome de la silla, me sentía agotado y quería descansar- Es Agatha, hemos pasado mucho para que siga llamándome con tanta formalidad- Sonreí -  Muy bien Agatha, siempre que me digas por mi nombre, a no ser que aún no lo sepas – Sus mejillas se ruborizaron – Es Lucian – Dije antes de salir de la habitación. Había sido un día extraño y melancólico y sólo quería cerrar los ojos.


Continuará

 

viernes, 29 de enero de 2021

Día 29: Muerte

 


Por Sina de la Fiol

La plaga de la que habían oído en Europa se había esparcido más rápido que cualquier cosa. La muerte había invadido al mundo. No supimos que pasó con nadie de la casa, no había tumbas tampoco ni nada que nos indicara el paradero de sus almas.

El capitán y Eduardo nos ayudaron a poner en marcha la casa nuevamente. Nos acompañaron al emporio y a otros negocios para abastecernos. Cuando pasamos en la calle escuchamos a otros en algunas casas, pero el miedo al contagio era mayor. Nadie salió a hablarnos, era como si sólo estuviéramos los 4 en el mundo y estuvo bien durante un par de semanas, hasta que alguien volvió del mundo de los muertos.

Comenzó en la tarde, estábamos en la pérgola tomando una limonada, escuchando cómo el Capitán nos señalaba que se acercaba la lluvia a pesar del calor. Mirábamos las nubes intentando leerlas como él lo hacía cuando escuchamos ruidos en la casa. Los muchachos se apresuraron dejándonos en la retaguardia, pero los seguimos de cerca. Después del incidente que tuvimos cuando llegamos no quería estar sola. Cuando vimos de quien se trataba quedamos estupefactas. – ¿Valenzuela? – El aludido se giró sobresaltado – Es Bernal, es su señora, está por tener a su bebé y pensé que el ajuar que había hecho tu madre podría servir – No era ni la mitad del hombre que habíamos dejado atrás, estaba delgado y ojeroso – Por favor, necesitamos ayuda – Sin pensarlo más Agatha asintió y comenzó a buscar las cosas de las que hablaba. Pronto nos encontramos en un carruaje camino a la casa de los Bernal, eso explicaba porqué Raúl estaba en la casona de los Valenzuela.

Escuchamos los gritos en cuanto llegamos, eran los gritos desesperados del trabajo de parto, recordé cuando ayudé a mi mamá con alguna de las chicas de la casa y comencé a dar órdenes de lo que sabía que necesitaría. Pronto nos encontramos con la señorita Martínez y la parturienta esperando que llegara una nueva vida a este quebrado mundo...


Continuará


jueves, 28 de enero de 2021

Día 28: Bomberos


Por MAURICIO RÀIZ

 

En aquel instante creyó que no pudo haber elegido un mejor trabajo. El fuego frente a sus ojos era una bestia caprichosa, llamativa y voraz. El hijo monstruoso de la avaricia de ciertas personas dispuestas a acabar con bosques y viviendas para construir sus propias estructuras. Era un fuego desbordante, pero no era más sorprendente que aquel que vendría después.

    Había fuegos dispuestos a consumir la triste ilusión de propiedad que poseían los más humildes; había otros, que por su lado le recordaban la brutalidad de la guerra y sus mentiras. Había también fuegos eruditos, provistos de llamas que traían consigo conocimiento y avances maravillosos. Y así la lista se extendía a muchas más variantes. Pero existía cierta clase de fuego único en su tipo, que era el que despertaba mayormente su interés. Estaba ahí para estudiar, para entender la diferencia entre un fuego desolador y uno esperanzador, para descartar los fuegos inútiles que no le ayudarían a cumplir su promesa.

    Luego de apagar cada llama del pequeño hogar, se quedó mirando a la familia, los vio abrazarse. Sintió pesar por ellos, aunque la calmó ver toda la ayuda que les había llegado apenas iniciado el incendio. Era muy diferente a su situación, hace cinco años había perdido a su único compañero en la vida, el único que la había ayudado realmente. No le quedaba nadie, el amor tras esto se había alejado de su corazón y su objetivo se había focalizado completamente. Por fortuna los contactos que había logrado en sus labores estaban totalmente dispuestos a ayudarle a concretar el castigo que tenía jurado para todos aquellos culpables de su desgracia. Todo apuntaba a que resultaría.

    Tenía el conocimiento suficiente para formar la primera chispa que acabaría con todo lo que odiaba y sus compañeros se mostraban de acuerdo, expectantes. No harían nada para combatirlo.

    Nadie ayudaría a los que por tanto tiempo se habían aprovechado de la total sumisión de todos aquellos que tenían poco y nada que perder. Gracias a sus dedicadas observaciones, el fuego purificador de la revolución que iba a iniciar sería incontrolable, sería perfecto. 

 

miércoles, 27 de enero de 2021

Dia 27: Caballos


Por Sina de la Fiol

Escuché los caballos, nunca me había sentido más feliz de sentir las herraduras chocando en los adoquines. Se notó que él también los sintió porque de inmediato se levantó de la cama y se asomó por la ventana. -Rayos- Pude escuchar que espetaba mientras se colocaba pantalones y se acercaba a abrir la puerta central -Caballeros, ¿en qué puedo ayudarlos? – comencé a mover mis manos intentando zafarme de la silla, pero era inútil…como pude comencé a acercarme a la cama para intentar desamarrar a la señorita cuando los escuché, eran ellos, Eduardo y el Capitán – Sabemos que están acá, no venimos a rescatarlas, venimos a unirnos a ti. No creo que hayan muchas mujeres disponibles y podemos hacer turnos- No podía creerlo, seguí avanzando, desesperada por lo que se veía. – Tranquilo, nos iremos ahora, sólo queríamos que consideraras compartir- Escuché como se cerraba la puerta nuevamente y cómo los caballos se alejaban nuevamente. En mi desesperación por llegar a Agatha mi silla trastabilló haciéndome caer. Mi cabeza golpeó de costado contra el suelo. Lo sentí correr, subir la escalera desesperado – No, no, no- Con una fuerza tremenda agarró la silla y la puso derecha – Ya llegará tu turno, me gusta que estés ansiosa – Su mano acarició su entrepierna- Pero voy a comenzar por el plato fuerte, ya sabes que uno pocas veces tiene la oportunidad de tirarse a los de su clase – Las lágrimas comenzaron a humedecer mis mejillas. Lo veía acercarse a la señorita, me sentía inútil. De pronto los vi, en la puerta asomados como una silueta fantasmagórica. Fui a gritar, pero me hicieron un gesto que interpreté como ayuda, por lo mismo decidí distraerlo para que no los viera – Eres asqueroso, nunca nadie puso sus ojos en ti y ahora no es la excepción, lo harás con una mujer inconsciente porque sabes que te despreciaría si estuviera despierta- Lo había conseguido, se acercó rápidamente a mi y me abofeteó tan fuerte que mi oído se taponeó. Iba a golpearme por segunda vez cuando el Capitán tomó si mano impidiéndole el camino. Lo giró para enterrarle de frente una daga. Eduardo se me acercó y comenzó a desamarrarme, en cuanto estuve libre lo abracé. El capitán fue a revisar a la señorita que seguía inconsciente. En cuanto a Raúl, mientras agonizaba en el suelo no dejó de repetir la palabra madre

-Eduardo, ayúdame a sacar a este rufián de acá- El chico asintió y tras envolverlo en un edredón lo sacaron de la habitación. Me acerqué a Agatha quien seguía en un apacible sueño. Vi la mancha en el suelo y pensé en limpiarla, saqué la funda de una almohada y comencé a tallar el piso, no quería que viera la mancha de sangre cuando despertara. De pronto sentí otras manos tras de mí, eran las de Eduardo quien tiernamente me levantó -Deja eso…cambiaremos a la señorita Martínez a otra habitación y esta la cerraremos…deja eso, no tienes que limpiar- Lo que sucedió a continuación sigue confuso, recuerdo que me levantó en brazos, recuerdo que me cobijó en una cama y lo recuerdo en un sillón, cantando una canción de cuna y recuerdo haber llorado hasta dormirme…


Continuará

 

martes, 26 de enero de 2021

Día 26: Espiritismo


Por Sina de la Fiol


Tras el reencuentro del Capitán Alex con quien nos estaba interceptando con sepa Dios que fin, cambiaron totalmente los planes. Con el fin de ayudarla a recordar quien era nuestro curso cambió drásticamente de vuelta a Valparaíso. Bajamos en la ladera del cerro Rocuant y nos despedimos de la pareja aérea. Nuestro capitán se acercó a nosotras en cuanto estuvimos en tierra firme – Eduardo está consiguiéndonos un carruaje para llevarlas a su domicilio. – Su mirada se veía tan triste – No soy muy bueno con las despedidas así que lo haré ahora – Su mano se extendió para tomar la de la señorita – Fue un placer hacer negocios con usted, señorita Martínez. Al menos mi carrera militar no terminó por la pierna – Dijo golpeando la prótesis – Sino por perder la nave – La sonrisa que intentó darnos el capitán fue un penoso intento de decirnos que no importaba lo que nos acababa de decir. Eduardo llegó pronto con un carruaje maravilloso, sin cochero. Se bajó y le susurró unas palabras al Capitán quien sólo asintió preocupado -Señoritas, me parece que su carruaje las espera- Dijo mientras abría la puerta y nos ayudaba a subir. El viaje a casa fue corto. Culpo a la ansiedad que tenía de ver a mi madre nuevamente. En cuanto llegamos a la casona supe que algo andaba mal. No habían luces encendidas ni porteros esperando en la puerta, sólo una gran X marcada con pintura roja en la puerta. Antes que pudiéramos decir algo Eduardo abrió la puerta. – No se bajen, iremos a investigar- Su tono serio no hizo más que preocuparnos – Algo no anda bien, nunca está tan silencioso…madre constantemente hace tertulias con sus amigas a esta hora y padre tiene sus reuniones de negocios en la oficina, las luces de ahí al menos deberían estar encendidas – Todo lo que me decía Agatha tenía sentido, cada palabra que decía nos demostraba que algo andaba mal.

El sonido de la puerta al abrirse nos asustó, era Raul, el mozo de cuadra de la familia vecina – No queda un alma ya. Todos a quienes conocí están muertos…la pandemia ha sido más dura de lo esperado- Se metió con nosotras y cerró la puerta. La señorita Agatha tomó mi mano – Comenzaron a caer como moscas, no perdonó clases sociales, no perdonó colores de piel…como moscas…he estado tan solo- su mirada se posó en nosotras, sus ojos eran como los de un animal que está por atacar a su presa – pero ya no estaré sólo…no con ustedes…arreglé la mansión de los Valenzuela y ahora vivo ahí- De pronto empecé a notarlo. Su ropa claramente no era de él, aparte de quedarle un poco estrecha se notaba en la calidad que le pertenecía a alguien superior. Sus manos tenían anillos dorados y su cuello estaba adornado por un pañuelo de seda verde. – Me pregunto con quién pasaré la noche primero…la empleada o la señorita. Podría dejar el plato fuerte para el final- Sus palabras amenazadoras me tenían aterrada, pero la señorita Agatha parecía indiferente- ¿Y piensas que te acompañaremos tranquilamente? - Dijo con la voz dura – Claro que no, para eso es este pañuelo- De la nada saltó sobre la señorita, traté de detenerlo pero pronto ella estaba dormida. Era mi turno, debía pedir ayuda pero era muy fuerte, pronto sentí la suave textura de la tela sobre mis labios y a pesar de intentar aguantar la respiración, pronto sentí un profundo sueño y mis ojos no pudieron hacer otra cosa que cerrarse.

-No mamá, no voy a casarme con ellas, sólo quiero divertirme un poco- Cuando comencé a despertar escuché que estaba hablando con alguien más, pero no lograba percibir la respuesta de su interlocutor – Si sigues con esa actitud, no voy a contarte más sobre mis planes- Cuando abrí los ojos lo vi sentado en una mesa pequeña, sobre ella había una de esas “tablas parlantes” que le decían, esas para hablar con los muertos. Sus manos bailaban rápidamente sobre ella. Moví suavemente las manos para darme cuenta de que estaba amarrada a una silla. Agatha estaba amarrada en una cama. Debía ser fuerte, debía ayudarla, pero mi mente estaba en blanco…

 Continuará

lunes, 25 de enero de 2021

Día 25: Corsaria

 


Por Sina de la Fiol


Los intercepté de inmediato, eran un blanco fácil, siempre lo son cuando se creen los dioses del aire. Subí a reclamar la nave como mía, un nuevo zeppelín a la colección. Entré con mi trabuco cargado, listo para disparar a cualquiera que se pasara de listo. Mi compañía organizó rápidamente a la tripulación, pronto estaban todos reunidos en la sala de navegación. -Fueron abordados por la gran Corsaria Media Cara- dije con la voz alta, mis chicos asintieron e hicieron ruiditos de alegría – ¿Lucía? – Quien parecía ser el capitán me miraba con los ojos como platos, odiaba que me miraran así, desde el accidente mi rostro se había desfigurado, se había derretido la mitad de él quedando como queso fundido, odiaba que se quedaran mirando las cicatrices- Vuelve a tu lugar o come pólvora – le respondí apuntándole con mi arma, pero no le importó. Sus ojos, había algo en ellos, algo que me recordaba algo que aún no sabía, era un sonido de fondo, eran risas de otra vida. Trastabillé, me sentía mareada – Lucía, pensé que habías muerto. Yo quise buscarte, pero mira- Dijo apuntando la parte izquierda de su cuerpo- Nos dieron a todos por muertos, por alguna razón me encontraron…. si hubiera pensado que estabas viva – Nuevamente se intentaba acercar, no podía reaccionar, uno de los chicos sacó su sable y lo detuvo. -Yo la conozco, viajamos juntos durante años, Lucía mírame- No pudo seguir hablando, mi segundo al mando le había golpeado el estómago dejándolo en el piso- No le faltes el respeto, es la Corsaria Media Cara- le espetó. Yo seguía sin poder reaccionar. Quería salir de ahí, pero debía terminar el abordaje. -Media Cara, ¿quieres que me haga cargo? – Me preguntó mi mano derecha- Sí, pero sin bajas esta vez, todos al calabozo, si no hay deja una de los camarotes para ello- Me di vuelta dándole la espalda a la situación, sentía como el tipo se arrastraba para acercarse a mí. El nombre Lucía seguía retumbando en mi cabeza, quebrando murallas que se habían formado, echando abajo paredes de olvido.

Continuará

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