lunes, 11 de enero de 2021

Día 11: Viaje

 


Por Sina de la Fiol

Querida Madre:

 

Se que no querías que hiciera este viaje, se lo asustada que estabas, pero quiero que sepas que estamos bien. Con la señorita Martínez nos hemos adaptado a esta vida en el mar. Es gracioso, cada vez que me lamo los labios siento el sabor de la sal, como cuando intenté ayudar en la cocina y puse demasiada sal en la comida. Mi cabello vive esponjado, debo trenzarlo, justo como a ti te gusta, para que no se entrometa en mi nuevo trabajo. Así es, tengo un nuevo trabajo en donde finalmente no arruino las cosas, algo en lo que de verdad soy buena. Supongo que también te preguntarás si llegaré no sólo con trabajo, sino que con una propuesta de yerno. La respuesta es no. Soy un espíritu libre, más aún ahora que estoy conociendo partes que jamás imaginé. Hemos atracado en un bello paraje al sur de Chile, es todo tan verde, tan hermoso. Los pajaritos cantan a todas horas, sé que te encantaría este lugar. La señorita Agatha dijo que nos tomáramos una fotografía así que te la podré mostrar cuando regrese, aún no entiendo mucho como funciona eso, pero estoy segura que podré aprender en el viaje y explicarte después. Espero que no te esten exigiendo mucho en casa, si tu pecho duele como la otra vez, recuerda descansar. Falta poco para que podamos ahorrar para el artefacto que nos comentaron, ese que ayuda a tu corazón, y con lo que gane acá, será mucho más fácil llegar a la meta.

 

Te amo y extraño más de lo que creía

Siempre tuya

Elisa


domingo, 10 de enero de 2021

Día 10: Alas




 Creación realizada por nuestra bella ilustradora Sita Danna Les invitamos a revisar su maravilloso trabajo y aprovechamos de informar que esta aceptando comisiones en caso de que alguno se anime.


sábado, 9 de enero de 2021

Día 9: Cantina


Por Sina de la Fiol

-Estoy cansado de que nos veamos acá- su voz sonaba casi como un berrinche de infante -Ahora tengo problemas más grandes que si te veo o no- cada jueves era lo mismo, ambos llegaban por separado pero se iban juntos, incluso una vez tuve que ayudar al mayor a meter a su amigo al carruaje que lo había venido a buscar de lo ebrio que había quedado.

-Bebamos nuestros problemas, Cantinero, dos más- Ni siquiera me miró, simplemente espetó la orden. Los tragos llegaron rápido con ellos y el baile de la seducción disimulada comenzó. Pequeñas caricias en las manos, era roces imperceptibles para cualquiera, pero cuando trabajas en este oficio aprendes a ver lo que otros ni siquiera imaginan. -Anímate Valenzuela, estas prometido con una de las chicas más ricas de Valparaíso- Decía su compañero mientras lo animaba a empinar el codo en un nuevo brindis – Tu no te quedas atrás, la vida de casado te sienta bien- Un nuevo toque, esta vez rápido desde el tórax hasta el abdomen, palmeando una pequeña panza, el aludido se sonrojó – Es cierto…la vida de casados trae muchos cambios, y de eso te quería hablar- El tono infantil había quedado atrás, era todo un hombre el que hablaba. De seguro para darse valor tomó el whisky recién servido al seco y me hizo un ademán con la mano para que rellenara los vasos – Elena está embarazada- La bulla de una cantina es siempre alta, gente riendo, golpes en la mesa, incluso de vez en cuando vasos quebrándose, pero en ese instante todo se silenció para mí, esto estaba más interesante de lo que esperaba – Felicidades – Respondió por lo bajo y bebió lo que quedaba del vaso y el nuevo que le había servido – No podemos seguir con esto…- No lo dejó terminar interrumpiéndolo con un gesto de la mano – No digas nada más – la tristeza en los ojos de ese chico era tan obvia que cualquiera que lo viera podía pensar que alguien había muerto para él. De pronto intentó tocar el brazo pero, lo quitó de manera brusca – No me toques, no necesito esto- Valenzuela intentó levantarse pero se tambaleó quedando sentado de nuevo – No seas testarudo, esta es nuestra despedida. ¿De verdad quieres que sea así?- Le estaba rogando con los ojos, le suplicaba que se sentara, que se quedara con él – Bernal, acabas de decir que…acabas de…- El chico comenzó a palmear el hombro de su amigo mientras hablaba – Es lo que deberíamos hacer, ¿no? Cuanto tiempo llevamos con esto, desde los 13 y ya tenemos 21 años. – Una sonrisa leve, de añoranza de tiempos mejores se dibujó en su labio.

-Cantinero, otra cerveza- Me llamaban del extremo opuesto de la barra por lo que tuve que ausentarme de lo que fuera que estaba pasando ahí. A lo lejos veía como ambos volvían a reír y tras una breve pausa Bernal ayudaba a Valenzuela a pararse para que no volviera a trastabillar. Salieron como cada jueves, uno apoyado en el otro, ebrios de algo más que alcohol.

Continuará...


viernes, 8 de enero de 2021

Día 8: Lucha de clases


 Por Cosima Laurens


Estaban molestos. Los comerciantes del puerto rumoreaban frenéticos los dichos de alguien a quién él no conocía. Manuel Infante. El seudónimo de un personaje de quién nunca había escuchado. No mires. No hables. No escuches. Pero era inevitable oír, cuando la palabra libertad se escupía con la ligereza de algo que no significa nada. Tal vez no signifique nada para alguien que nunca la ha perdido, pensó. Libertad, lo único que se le había enseñado, ni siquiera pensar. Pero su boca infantil sonrió.

¿Cómo habían dicho los hombres? ¿Libertad de vientre? Los rumores que él nunca oyó, decían que se proclamaba desde hace años, decenas, de cuando el país era tan joven cómo él. Libertad, Manuel de Salas, Santiaguinos, Miguel Infante. La historia revoloteaba en las palabras que se escurrían en gruesas manchas rojas sobre la espalda de los suyos. Palabras, se dijo, palabras que nunca escuché, nombres que nunca conocí. Pero estaban ahí.  Algo, una presión indescifrable le revolvió el estómago, una presión que amenazaba con salir a través de palabras negras, rojas, muertas.

Pero él no habló, no miró, y fingió que no oía. Recibió el encargo sumiso y corrió. Su amo esperaba esos repuestos con urgencia. La gravilla de las calles tierrosas levantaron polvo mientras corría, no importaba, correr era lo más cercano a huir que conocía. Huir.  

La llegada ruidosa del tren en estación Bellavista le indicó las 12, era tarde y el taller estaba demasiado lejos. Solo por eso estoy corriendo, se convenció. Y avanzó sintiendo el viento salado del puerto en su cara manchada de aceite, con su boca gruesa dibujando una sonrisa difusa. Se detuvo cuando el taller se acercaba. Apretó la bolsa entre sus brazos con fuerza y entró con lentitud. El resto de los niños que pulían con ahínco los cascos metálicos no alzaron la vista para verlo. Niños, todos como él y diferentes. Niños como él, provenientes desde más allá del océano, y niños con sangre de la tierra, que susurraban una lengua extraña por las noches, y adoraban a sus dioses al amanecer. Él no sabía, nunca vio, fingió que no oía.  A lo lejos, su amo observaba los planos del próximo experimento.

Sus pasos ensayados dejaron los repuestos que traía junto con el resto de la mercancía nueva y desvío la vista a los papeles, hacia la estructura alargada sobre la mesa. Él sabía lo que era, los barcos no eran suficientes para mantener seguro Valparaíso, no con las repercusiones de la última guerra contra Nueva España. Su amo trabajaba en algo que podría hundirse bajo las mareas y volar por sobre las nubes. Volar, pensó, quizá él podría unirse al ejercito un día, y ser como el resto de los libertos de la guerra de la Independencia. Son cuentos, se dijo. Hace tanto ya de eso, son un mito, personajes pertenecientes a un susurro nocturno. Ser libre. Poder un día montar sobre las naves de su amo, y convertirse en el capitán de alguno de los vapores del Puerto que ayudó a construir. Libertad. Libertad de vientre. Las palabras y los personajes daban vueltas en su mente, desordenando sus ideas. Tomó las llaves, tuercas y piezas de cobre que se encontraban en el piso, para realizar las labores que se le habían asignado. Ocho años son más que suficiente, se dijo, más que suficiente para unirse a un navío, solo tenía que esperar. Podía sentirlo, un día, un día podría hacerse un nombre más allá del océano.

jueves, 7 de enero de 2021

Día 7: Motemei


Por Sina de la Fiol

- ¿Cómo que esto no ha terminado? - La voz temblorosa delató el temor de la señorita Agatha – El capitán me pidió que viniera a ver como se encontraban ya que estamos a mitad de una gran tormenta y como esta era su primera vez en esta situación pensó que les podía ser de ayuda – El joven venía con la frente perlada en sudor, sus manos estaban ennegrecidas con el carbón, de seguro trabajaba en las calderas – Las manos sucias pero la conciencia tranquila, señorita – Me dijo en tono alegre cuando notó mi mirada en sus manos- Les recomiendo que guarden todas las cosas que se puedan caer, sobre todo de su tocador – Dijo apuntando los cachivaches de la señorita - ¿Necesitan ayuda?- Antes que pudiéramos responder, Agatha corrió al baño en donde la escuchamos vomitar. El muchacho se iba a acercar, pero lo detuve, supuse que la señorita Martínez no querría que la vieran así - ¿Cómo se llama? - Me dijo en un susurro, como si fuera un secreto que me estaba preguntando su nombre, sin saber porqué le contesté en el mismo tono – Señorita Agatha, se que no puede hablar ahora pero escúcheme. De seguro por su casa pasa el Motemei, ¿no? -De pronto sentí que me miraba a mí buscando una respuesta a lo que asentí con la cabeza sin emitir ningún sonido, no sabía a donde nos estaba llevando esta conversación y me sentía incómoda con la presencia del chico – Quiero que piense en el mote, en el calientito mote recién hecho que trae el motemei, quiero que se concentre en eso- Los sonidos del baño comenzaron a amainar y una sonrisa de satisfacción se asomó en la cara del muchacho- Eso, siga pensando en eso- Tomándome del brazo me llevó a un rincón y se me acercó haciendo que retrocediera incómoda – Tranquila, cuando salga del baño acuéstela y deje que una de sus piernas quede colgando de la cama. Moje una toalla de manos, si no tiene un guante funcionará de igual manera y colóquelo en su frente tapando sus ojos, eso funcionará- Antes de salir de la habitación me guiño el ojo. En un par de minutos la señorita salió y seguí los pasos dictados al pie de la letra, en un par de minutos ella ya dormía.

Esa noche soñé con la casa, con los gritos del Motemei y la quietud de tierra firme.

Continuará

 

miércoles, 6 de enero de 2021

Cooperaciones

 Un seguidor de nuestra comunidad, Mr Javieru, quiso aportar en el área de la fotografía su propia visión de este desafío de #Enerpunk y nos ha enviado el siguiente aporte para compartir con todes ustedes.



                                            Día 1: Oxidado


Día 2: La mujer exploradora


Los invitamos a todes a compartir sus expresiones artísticas y aprovechamos de agradecer a Mr Javieru por animarse.


Día 6: Prótesis

 


Por Sina de la Fiol

EL movimiento del barco era cada vez más fuerte. Afuera, un rugido constante y el sonido de las olas chocando contra nosotros adornaba la velada. No podíamos avanzar mucho con la señorita Martínez puesto que en cuanto lográbamos ordenar las pequeñas piezas sobre la mesa, el movimiento de la tormenta nos hacía tirar todo. La quinta vez en la que recogimos los implementos la señorita suspiró. -Estamos encerradas acá, deberíamos avanzar en la prótesis nueva, dije que podía tenerla lista en 20 días y ya perdí una semana sintiéndome mal, mostrando la debilidad de la mujer que todos dijeron que tendría- Su mirada estaba perdida en el suelo mientras su voz se iba achicando cada vez más. -Usted no mostró debilidad, simplemente su cuerpo se tomó un poco más de tiempo en acostumbrarse al movimiento bajo sus pies, no fue algo referente a ser un humano femenino o masculino, mire que yo que estuve de siempre en cubierta vi a mas de uno de los marineros vomitando por la borda, deshaciéndose de todo incluso su dignidad- una risita se arrancó de sus labios. -Bien, enfoquémonos en lo que podemos hacer en vez de lamentarnos por lo que no. – Sus manos ágiles comenzaron a guardar las diversas piezas que estaban en la mesa mientras yo recogía lo del suelo. - ¿Por qué se interesó en trabajar en esto? – Agatha se sentó en su cama y con su mano me invitó a acompañarla a su lado – Mucho antes de que llegaras, cuando era pequeña mi mamá tuvo un robusto varón llamado Alexander, éramos inseparables y la vida parecía ser perfecta hasta que ya no lo fue. Estábamos jugando a las escondidas y él pensó que sería buena idea esconderse en los establos. Un caballo le partió la pierna en tantas partes que no pudieron salvarla. Pronto inició su tratamiento con protopiernas y el doctor que lo trataba me dejaba asistirlo. Ahí me enamoré de la traumatología, de los huesos y de cómo funcionaban. Gracias a ese doctor mi hermano ahora está estudiando en Europa – a pesar de llevar un par de años en la familia nunca nos habían hablado de Alexander y como no era bien visto hacer preguntas – Gracias por contarme- Dije al fin mientras el sonido de la tormenta se iba alejando de nosotros, o al menos eso parecía.

Continuará...

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