Por Sina de la Fiol
Finalmente tras una semana la
señorita Martínez pudo acompañarnos en cubierta, a pesar de que intentaba
aparentar que todo estaba bien, su tono pálido delataba que aún estaba en
proceso de aclimatación al vaivén del barco. A pesar de todo había salido de su
camarote y caminaba en compañía de Elisa en lo que se veía una animada
conversación. Me acerqué a ambas y las saludé.
-Capitán, que bueno verlo,
lamento haberlo hecho esperar, ¿cómo se ha portado el cacharro?- Su mano ligera
apuntaba mi pierna. – Con el aceite que me dio ha estado un poco más suave,
incluso le dio un brillo como bronce al metal – La mueca que hizo me dio a
entender que algo no estaba bien. – Eso significa que debemos cambiarla lo
antes posible, el metal que le pusieron es de peor calidad de la que anticipe,
que se esté abrillantando es muestra de ello. Elisa, creo que ha sido
suficiente de este paseo, debemos poner manos a la obra- La chica le sonrió y
pronto ambas se fueron en dirección a los camarotes y me hallé solo. Sentí el
cosquilleo, como cuando se duerme una extremidad y mi mano de manera instintiva
se fue a donde debería estar mi rodilla, sintiendo cada engrane, cada válvula
que permitía mi andar. Nuevamente maldije mi amputación, maldije el día en que
había perdido mi pierna. Sin darme cuenta me había acercado al borde y mis
puños golpearon la baranda que nos mantenía a todos contenidos dentro de la
nave.
- Capitán, creo que debería ver
esto- Herrera se veía preocupado, comencé mi apresurada marcha para seguirlo – Si
los cálculos son correctos, una tormenta se acerca, es mejor estar preparados y
comenzar los protocolos necesarios…- Su voz dejó de resonar a mi alrededor, mis
pensamientos lo habían silenciado…Justo ahora que Agatha había salido iba a
tener que encerrarse de nuevo.
Continuará
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